La eutanasia también está rodeada de mitos y malentendidos. Aquí los desmontamos uno por uno para que puedas tener una visión clara y basada en hechos.
Aunque aliviar el sufrimiento es un acto de compasión, terminar con la vida de una persona no es la única ni la mejor forma de lograrlo. Existen alternativas como los cuidados paliativos que ayudan a gestionar el dolor y el sufrimiento sin acabar con la vida.
La vida es un valor intrínseco, y el concepto de «derecho a morir» se convierte en una pendiente resbaladiza hacia el desprecio de la vida en circunstancias cada vez más amplias.
La eutanasia puede ampliarse para incluir a personas con discapacidades, enfermedades mentales o incluso a aquellos que simplemente están cansados de vivir.
La eutanasia puede tener un impacto en los seres queridos de la persona, en los profesionales de la salud y en la sociedad en general, cambiando las actitudes hacia el valor de la vida.
Los avances en los cuidados paliativos y el manejo del dolor pueden ayudar a los pacientes a vivir sus últimos días con dignidad y comodidad, sin recurrir a la eutanasia.
Cada vida tiene una dignidad inherente que no se pierde por el sufrimiento o la dependencia.
La medicina se basa en la ética de cuidar y curar. La eutanasia contradice este principio fundamental.
La calidad de vida es subjetiva y no se basa únicamente en la actividad física o cognitiva. Cada vida tiene un valor inherente.
La eutanasia implica una acción directa para terminar con la vida, mientras que los cuidados paliativos se enfocan en aliviar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida.
El valor de la vida está por encima de cualquier consideración económica.
No es lo mismo quitar un tratamiento que prolonga la vida (permitir morir), que administrar un fármaco para terminar con ella (eutanasia). En el primer caso, se permite que la enfermedad siga su curso; en el segundo, se realiza una acción activa para terminar con la vida.
Aunque pueda parecer que otorga autonomía, puede abrir la puerta a abusos y situaciones en las que la decisión no sea realmente voluntaria, sino fruto de presiones externas o internas.
En realidad es un retroceso, ya que vuelve a la idea de que algunas vidas no merecen ser vividas, un concepto que sociedades pasadas rechazaron por considerarlo inhumano.
Aunque algunos países han legalizado la eutanasia, la mayoría de los países y asociaciones médicas internacionales todavía la prohíben debido a su impacto ético y moral.
La eutanasia puede llevar a los médicos a tener conflictos éticos y puede dañar la relación médico-paciente, basada en la confianza en que el médico trabaja para el beneficio del paciente.
Incluso con regulaciones, siempre existe el riesgo de errores, abusos y una expansión de las condiciones permitidas para la eutanasia.
Muchos que se oponen a la eutanasia han experimentado o trabajado con personas en situaciones de sufrimiento extremo. Su oposición se basa en la creencia en el valor intrínseco de la vida y en la existencia de alternativas para manejar el sufrimiento.
La oposición a la eutanasia también puede basarse en argumentos seculares, éticos y de derechos humanos.